¿Cómo llegaron los lagartos a las Islas Canarias?

    Hace aproximadamente 20 millones de años, emergió la primera isla del archipiélago canario, Fuerteventura, en el océano Atlántico. Este evento marcó el inicio de una fascinante historia de colonización natural. Las primeras especies en llegar fueron aves, murciélagos e insectos voladores, que encontraron en las islas un nuevo hogar. Las aves, en particular, jugaron un papel crucial al transportar semillas en sus estómagos, contribuyendo a la formación del paisaje insular.

    Durante el período Terciario, el clima en Europa y el norte de África era cálido y húmedo, con ríos que fluían por lo que hoy es el desierto del Sahara. Las lluvias torrenciales arrastraban troncos y ramas al mar, llevando consigo reptiles que, de manera fortuita, llegaron a las costas canarias. Así, los primeros lagartos, perenquenes y lisas arribaron a Fuerteventura y Lanzarote, y con el tiempo, se dispersaron por el resto del archipiélago.

    El aislamiento geográfico y la evolución dieron lugar a la aparición de siete especies de lagartos en las Islas Canarias. La abundancia de alimento y la ausencia de depredadores permitieron que, en todas las islas excepto Fuerteventura y Lanzarote, surgieran especies de lagartos gigantes. En La Palma, se han encontrado restos de otra especie, aunque no se sabe si ha sobrevivido hasta nuestros días.

    El análisis de restos fósiles revela que el lagarto gigante de Tenerife alcanzaba hasta metro y medio de longitud y compartía su hábitat con grandes tortugas terrestres y aves no voladoras. Sin embargo, la llegada del ser humano y los mamíferos que le acompañaban cambió drásticamente el ecosistema. A mediados del siglo XX, solo el lagarto gigante de Gran Canaria parecía haberse salvado de la extinción. Afortunadamente, pequeñas poblaciones fueron redescubiertas en El Hierro (1975), Tenerife (1996) y La Gomera (1999), ofreciendo una esperanza para la conservación de estas especies únicas.

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